El gabo vino de visita
Y para estrenar este blog qué mejor que el viaje del Gabs.

En un arranque del conocido síndrome del jamaicón le pedí al Gabo que me trajera flor de jamaica y chilito piquín. Así que cuando pudimos recuperar su maleta, pues se había extraviado en el aeropuerto, nos hicimos rápidamente una rica agüita de jamaica y unas naranjas partidas con chilito. Con las inusitadas fuerzas que me trajeron esos productos típicos de la madre patria nos pusimos en marcha y visitamos la gran ciudad de París. Poco a poco los grandes símbolos parisinos fueron cayendo bajo nuestros pies uno tras otro: la torre Eifell, el arco del triunfo, la concorde, el grand palais, el sena, el louvre, la pirámide del código da vinci, etc. Una gran ventaja es que puedo transformarme en turista rápidamente cuando se vuelve necesario (para pruebas ver la foto de abajo, por cierto como podrán apreciar el gabo perdió el estilo y llegó con su "maleta de mojado", con razón se la extraviaron los de Air France).

Nos tocó también la final de la copa del Mundo. Todos los franceses se veían con el triunfo y cantaban a todo pulmón "Zidane y va marquer" (canción compuesta por una chinita fanática del jugador). Lo que nadie sabía es que Zidane iba a dejar una marca indeleble en todos los franceses, haciéndose expulsar de forma tan estúpida en la final del Mundial, en el último partido de su vida. La verdad es que los franceses no se han recuperado del asunto. Algunos no han dejado de sollozar, otros traen las caras largas (¡de por sí los parisinos las tienen largas caray!) Hay unos que van más lejos e insisten en la anulación del partido.
Regresando a nuestra historia, el 14 fue la fiesta de la revolución. Pero como nada está extra en este escrito, la expulsión de Zidane aguadó la fiesta. Había más gente vestida con la bandera tricolor y bailando en la calle el día de la final (previo al partido claro está) que el día de la revolución y la toma de la Bastille. Qué la vamos a hacer, los nuevos fracasos opacan las viejas glorias. Aún así fuimos a la torre Eiffel a ver los fuegos artificiales (a poco no todos los celulares prendidos al mismo tiempo le dan un toque extra a los fuegos artificiales)

Lo mejor de ese día es que la Opera fue gratuita; vimos el bolero de Ravel. He de confesar que el bolero me aburría, pero después de ver ese espectáculo no dejo de disfrutarlo. Imagínense una gran mesa roja con un apuesto bailarín saltando encima de ella al ritmo del bolero. A lo mejor no suena muy apetecible, pero la verdad es que no tuvo abuela.
Visitamos y visitamos.
Es tan agradable tener un buen cuate de visita, recordamos anécdotas, corregimos otras tantas y añadimos una decena más y cuando nos cansamos de todo eso jugamos tenis.
Al final, depués de tanta fiesta y visita el gabo estaba un poco cansado:

Ahora la vida sigue su curso normal llena de trabajo y presiones. Sin embargo estamos preparamos nuestro viaje a Hungría y Croacia que empieza en 15 días.

En un arranque del conocido síndrome del jamaicón le pedí al Gabo que me trajera flor de jamaica y chilito piquín. Así que cuando pudimos recuperar su maleta, pues se había extraviado en el aeropuerto, nos hicimos rápidamente una rica agüita de jamaica y unas naranjas partidas con chilito. Con las inusitadas fuerzas que me trajeron esos productos típicos de la madre patria nos pusimos en marcha y visitamos la gran ciudad de París. Poco a poco los grandes símbolos parisinos fueron cayendo bajo nuestros pies uno tras otro: la torre Eifell, el arco del triunfo, la concorde, el grand palais, el sena, el louvre, la pirámide del código da vinci, etc. Una gran ventaja es que puedo transformarme en turista rápidamente cuando se vuelve necesario (para pruebas ver la foto de abajo, por cierto como podrán apreciar el gabo perdió el estilo y llegó con su "maleta de mojado", con razón se la extraviaron los de Air France).

Nos tocó también la final de la copa del Mundo. Todos los franceses se veían con el triunfo y cantaban a todo pulmón "Zidane y va marquer" (canción compuesta por una chinita fanática del jugador). Lo que nadie sabía es que Zidane iba a dejar una marca indeleble en todos los franceses, haciéndose expulsar de forma tan estúpida en la final del Mundial, en el último partido de su vida. La verdad es que los franceses no se han recuperado del asunto. Algunos no han dejado de sollozar, otros traen las caras largas (¡de por sí los parisinos las tienen largas caray!) Hay unos que van más lejos e insisten en la anulación del partido.
Regresando a nuestra historia, el 14 fue la fiesta de la revolución. Pero como nada está extra en este escrito, la expulsión de Zidane aguadó la fiesta. Había más gente vestida con la bandera tricolor y bailando en la calle el día de la final (previo al partido claro está) que el día de la revolución y la toma de la Bastille. Qué la vamos a hacer, los nuevos fracasos opacan las viejas glorias. Aún así fuimos a la torre Eiffel a ver los fuegos artificiales (a poco no todos los celulares prendidos al mismo tiempo le dan un toque extra a los fuegos artificiales)

Lo mejor de ese día es que la Opera fue gratuita; vimos el bolero de Ravel. He de confesar que el bolero me aburría, pero después de ver ese espectáculo no dejo de disfrutarlo. Imagínense una gran mesa roja con un apuesto bailarín saltando encima de ella al ritmo del bolero. A lo mejor no suena muy apetecible, pero la verdad es que no tuvo abuela.
Visitamos y visitamos.
Es tan agradable tener un buen cuate de visita, recordamos anécdotas, corregimos otras tantas y añadimos una decena más y cuando nos cansamos de todo eso jugamos tenis.
Al final, depués de tanta fiesta y visita el gabo estaba un poco cansado:

Ahora la vida sigue su curso normal llena de trabajo y presiones. Sin embargo estamos preparamos nuestro viaje a Hungría y Croacia que empieza en 15 días.